sábado, 30 de noviembre de 2013

Holanda bajo el cielo y el agua -parte 1-

I. Guiños

"Parecen las pinturas que cobran vida en las películas de Harry Potter", le comenté a Manouk, mi anfitriona, sobre las prostitutas de vitrina que le dan fama al Red Light District de Amsterdam. Pero esta ciudad no me recibió con las piernas abiertas -a cambio de dinero-. No, me recibió el día anterior con un agente de migración de gesto adusto y rasgos árabes que al ver mi pasaporte me preguntó en español lo de rigor antes de dejarme entrar al segundo país europeo que visito en mi vida.



Al igual que en Londres, el aeropuerto de Schiphol, a 15 kilómetros de Amsterdam, tiene una estación del metro (que está ampliándose, vean las fotos de socialización. Tomé el que va rumbo a Amersfoort y bajé en la estación Lelylaan, donde esperé unos minutos a Manouk, una pelirroja que, con toda la confianza del mundo, dejó para mí solito su departamento (la amabilidad es de familia, como lo contaré más adelante).

En el trayecto al super mercado donde me surtí básicamente de nougat y honingstroopwafels met roomboterstroop, -el paquete de esto último dura menos de lo que te tardas en pronunciar la palabra correctamente-, me tocó ver ciclistas apilándose mientras un puente se levantaba para dejar pasar un ferry, cafeterías verdes -no hago guiño porque aquí no necesitas hacer eso para obtener cosas-, y tranvías que pasan a nivel de calle como aquel que machucó a Sufrida Kahlo. Entre otras cosas.

En la noche, tomamos cerveza Amstel, La Chouffe y Heineken en un bar sobrio, y anticuado, "como de los setenta, sin embargo, está lleno hoy de gente pudiente", apuntó Manouk. No alcancé a tomar fotos, pero mientras platicábamos, un gato se paseaba tranquilamente por entre piernas, mesas y sillas del lugar: resulta que en Amsterdam hay muchos ratones. stron

II. Viajar es descartar

 Al día siguiente, tomé la bici de Manouk para ir al centro de Amsterdam. Me detuve casi en cada esquina para fotografiar, al menos desde fuera, lugares a los que no entraré, como la casa/museo donde vivió Anna Frank. La del diario. La misma de ayer, la incondicional. La que no esperaba nada como una traición.


 No he ido al museo Van Gogh, ni al Rijksmuseum. Probablemente tenga que escoger entre alguno de los dos. No soy muy fan de la pintura. Tampoco creo que tomaré un ferry por los canales del centro de Amsterdam. Cuando la lista de lugares y cosas por hacer, ver, oler y sentir se vuelven un diagnóstico para que el médico determine que "al parecer, señor Hernández, tiene una torre Eiffel atravesada en las tripas, recomiendo que viaje ahorita mismo a Francia...", la diversión terminó.

III. ¿Fiesta o pay de manzana?

 En el Red Light District hay una estación de radio por internet llamada, adivinaron, Red Light Radio. Fue tan evidente mi interés, similar al de niño afuera en dulcería, que salió un holandés, Tadeo, a invitarme a pasar. "Pareces un buen tipo", me dijo. Resulta que vivió 7 años en Nayarit, que habla español y que pensó que Manouk era mexicana. Su programa se llama "True soldiers", en el que pinchan música dub en vivo y suben las sesiones a soundcloud. Me invitó a la fiesta por el tercer aniversario del programa pero yo ya tenía planes de hacer lo último de lo último en cuanto a experiencias holandesas: una cena con una familia holandesa en una villa rural holandesa en lugares genuinamente holandeses.

(No tenía un día en esta ciudad y ya me habían invitado a cenar, dormir y pasear en un pueblo cuyo nombre todavía no pronuncio con dignidad: Grootschermer).

La velada con la familia de Manouk Piël fue cálida y risueña, incentivada por un buen cargamento de cervezas Amstel y Leffe y una copiosa cena estelarizada por mousaka (lo sé, dije "cena holandesa" por el resto de los factores, ustedes entienden), y un pay hecho con manzanas del huerto que tiene esta familia en su patio. Su patio no sólo da manzanas. Da a esto:



 Contra todo pronóstico de papá Piël -un sereno y afable señor que en estos días celebrará sus 60 años con una fiesta enorme- disfruté mucho lo que hicimos a la manaña siguiente: arrear ovejas. Una vez que los dos machos del rebaño preñan a las hembras, es hora de separarlos. Eso hicimos. Bueno, "hicimos" suena a manada. Yo me puse a tomar fotos:






A las ovejas macho las transportamos en lancha por los canales que son motivo de orgullo y exportación mundial. Manouk me comentó que ingenieros holandeses son los que están a cargo de este tipo de construcciones en una ciudad que me da un poco de huevita llamada Dubai. Pero lo chido es que esos canales se volvieron marca aquí. Ejemplos:




En la siguiente entrega, hablaré un poco más a detalle sobre el Red Light District, y las sutiles diferencias entre ir a un Café e ir a una Coffee Shop. Por ahora, necesito dormir. Sobre ese proceso de somnolencia repentina que hace que hoy me quedara dormido en el trayecto de regreso a Amsterdam, también escribiré. Nomás recuérdenme, no sean malitos. Les dejo esta hojita para que practiquen su holandés. Habrá tarea.


4 comentarios:

  1. Lo único que hiciste con este post es dejar puras cosas a medias no más para que uno vuelva a leer más. Eso es trampa.

    Quiero saber la diferencia de un café y un coffee shop, por ejemplo; qué estaba haciendo el tipo el Tepic y cómo era la puerta del lugar de donde te apareció el tipo y cómo fue que te jaló una estación de radio así de la nada, te digo.

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  2. El Jet Lag se combate controlando la cantidad de luz que ven tus ojos, mi estimado. Por las noches, nada de luz: los antifaces son muy buenos. Durante el día, nada de luz muy fuerte al despertar, luz intensa al medio día y luz tenue al atardecer. Está cabrón, pero es la mejor manera de controlar los cambios de horarios cerebrales.
    Un abrazo, el viaje se antoja cabrón.

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  3. quiero un detallado estudio sobre kibbeling - por favor! LEKKER, LEKKER!

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  4. chido, me recordo mi estadia en kretnich con la familia kasper...

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