jueves, 12 de diciembre de 2013

Ojos y sexo en Budapest


1.

Salimos del Instant, un "ruin pub" -populares bares instalados en edificios en ruinas)- que divide opiniones entre los locales de Budapest, a las 5 y media de la mañana. Entramos a un minisuper a comprar algo de comer para no tener que andar buscando kebab a esas horas.A la salida, Stefano -un italiano que conocí en la estación de Viena luego de perder mi autobús- se topó con una joven que al parecer esperaba a alguien mientras fumaba.

-¡Qué bellos ojos tienes!- le dijo a la mujer .
-¿Quieres una mamada?

La mujer de intensos ojos verdes, baja estatura y un poco robusta resultó ser una prostituta que cobra 16 euros por una felación.Stefano no la contrató.

2.

Al dia siguiente, a kilómetros de ahí, fuimos a un tour peatonal gratuito por los lugares que suelen aparecer en los trípticos de las agencias de viajes. Nos integramos al contingente justo en el momento en que partía de la iglesia de San Esteban -motivo de orgullo para Stefano el italiano-.

Cuando llegamos al castillo de Buda, Judit, guía de turistas que depende únicamente de las propinas que le dan los paseantes, nos contó uno de los mitos fundacionales de Budapest en el que un águila macho y una niña de nueve años tuvieron sexo.

-¿Sexo?- interrumpió un señor de unos 60 años desde fuera del círculo en torno a ella.

Judit, amable y paciente como todos los húngaros que me he topado en Budapest, escuchó las razones del señor.

-¿Por qué siempre tienen que hablar de sexo así?
-Este grupo está integrado por jóvenes, por eso lo cuento así. 
-Sí, pero ¿por qué mejor no decir que el águila le dijo a la niña que quería perderse en el oceano de sus ojos.azules?

Todos creímos que el señor estaba.bromeando.

No.

-Si mis papás no hubieran tenido relaciones, yo no hubiera nacido- nos increpó a todos. Optamos por ignorarlo.


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