miércoles, 11 de diciembre de 2013

Sala de abordaje: los volados

10 de diciembre

8:30 am

Preparé un desayuno con tocino, manzana y pimiento. Me levanté con mucho tiempo de antelación para mi autobús, por lo que me di el lujo de desayunar con Gera, acomodar todo mi tinglado para dejar su cuarto como estaba e irme.

Luego, apretó el tiempo.

10:20

Tomé el 48-A hacia Volkstheater. Ya iba con el tiempo justo y no podía detenerme.

10:30

Llegué a la estación Volkstheater con la prisa, la maletota en mi espalda y la otra mochila ejerciendo presión sobre mi brazo derecho.

Sólo había que buscar la línea U3 y caminar por los pasillos y abordar un vagón.

00:30

En el tranvía de regreso a su depa, compartí con Gera mis teorías sobre lo dignificante que es el transporte público, que permite regresar, en lunes a la medianoche, a tu casa son arriesgar tu vida detrás del volante.

Le señalé que ha de ser más efectivo para los vieneses y los berlineses y los checos el no contar con todo un sistema de accesos físicos como torniquetes y vigilantes al lado de ellos, ni máquinas donde depositar tu dinero.

-Han de tener bien calculados los ingresos que prefieren darle chance a uno que otro infractor que gastar más o prevenir que eso pase.

-Eso, y la confianza-. Apuntó Gera.

Más de 72 horas después, y consciente de lo que estaba haciendo, supe que había problemas y que ese problema implicaría perder mi autobús en Budapest.

En un pasillo ya estaba una línea de oficiales que no detenían a todos para pedirles su boleto. El mío había expirado y lo sabía. Aún sabiéndolo quise pasar a través de ellos como los otros pasajeros a los que no se les estaba pidiendo nada.

Me detuvieron.

-Es una multa de 103 euros y la tienes que pagar en efectivo-. Dijo el agente después de revisar mi boleto con el que yo quería hacerme el occiso y pedirme una identificación.

Iba a perder el autobús a Budapest y a lagar ciento tres euros sólo por deporte.

10:18

-Una vez en Hamburgo, mi amiga me dijo que comprara el boleto. Que no me confiara. Lo hice, y al momento de abrirse las puertas del vagón, pum, tres oficiales.

Aún así, estaba decidido a viajar ckn la paranoia controlada.

10:40

-No tengo efectivo. ¿Dóndr hay un cajero automático?
-Sígueme.

Seguí al agente por la estación de Volkstheater, bajamos escaleras, caminamos por pasillos donde la razzia continuaba contra otros infractores como yo. Unos alegando, otros resignados.

Llegamos al cajero.

FUERA DE SERVICIO.

El agente se puso tenso. Entró a una cafetería a preguntar dónde había uno. Nada. Le preguntó a otro compañero que también se encontraba multando a una muchacha al pie de una escalera eléctrica. Respondió algo relacionado al Museumsquartier (la plaza de museos arriba de la estación). Mi captor hizo más muecas de impaciencia.

-¿Vives en Viena?
-No

Otra mueca de indecisión. De incomodidad. Miró para un lado y para el otro. Volteó a verme a los ojos por un nanosegundo y luego giró la cabeza hacia otro lado. En tono discreto y resignado me dijo:

-Puedes irte.

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