domingo, 8 de diciembre de 2013

Veintiocho: lo que me han y lo que he

Aprendí a leer con un libro que se llama "Juguemos a leer". He jugado a que soy papá, guía de turistas, futbolista, superhéroe, asesino, vaquero, pistolero, vikingo, espadachín, escritor, encantado, desencantado, la trais, escondidas, un dos tres por mí y por todos mis años cumplidos.

Me he enamorado sólo dos veces: de la comunicóloga y de la arquitecta; he besado ojos negros, azules, mieles, verdes y avellanados y bocas de no-ma-mes (o más bien de: sí, con gusto, ¡adelante!).

La he armado de pedo a mis maestros, a mis amigas y amigos, a papá, mamá, hermano, hermana, mi familia y a todos los que quiero porque sólo así se entrena el olfato para vivir. También la hago de pedo a extraños nomás por convivir.

Crecí leyendo libros de historia y ahora no paro de contarlas o inventarlas. No he seguido los hábitos de las personas altamente efectivas ni leído en secreto las artimañas de las cabronas. No he perdido la esperanza en el mundo porque siempre habrá fotos de perritos salvando humanos o humanos salvando perritos.

He viajado pocas veces, una fracción de ellas sin ganas de volver. Ya no me cuentan a qué sabe Londres, a qué huele San Francisco, lo que evoca Berlín, lo que provoca Amsterdam.

Ya sé lo que es Estados Unidos y tener un trabajo de mierda en Estados Unidos. También he tenido un trabajo de mierda en México contestando llamadas de gente que vive en Estados Unidos. Me han despedido de una estación de radio por culpa de Roger Waters -o más bien por deshonesto y querer quedar bien a su salud-, y de otra me corrieron e intentaron recular pero ya no regresé por dignidad. En ambas ocasiones caí de pie. He trabajado en equipo por la ciudad. Me he divertido re-conociendo las banquetas y las calles, recuperando espacios públicos, aprendiendo, pedaleando.

He dicho cosas que han resonado y otras que van directo al olvido. Me han ofrecido disculpas personas que, pensé, jamás lo harían. He llorado por amor, por mi abuela que se fue, y porque es bien rico.

Me siento más joven que cuando cumplí dieciocho aunque ahora los desvelos pesan más, aunque los niños en la calle me digan "señor", aunque cada que voy a un concierto me paro unas líneas más atrás, aunque haya heredado el gen del hombre ajado de mi lado paterno y no lo longevo del linaje de mi madre.

No he escrito un libro ni plantado un árbol ni tenido un hijo, pero sí he escrito en la nube, planteado problemas y comprado condones.

Hoy, a mis 28 años, estoy en la antesala de darme una putiza con incertidumbres que jamás pensé que tendría, pero si la vida no te da golpes, no te quiere -y que quede claro que sólo en este caso metafórico aplica, no se me vayan a telenovelear-.

Así celebro mi cumpleaños, pensando en todos los aludidos de quienes estoy muy lejos -desde Viena, pobre de mí- y a quienes agradezco por todo.

Los quiero, siempre cambien.

5 comentarios:

  1. Felicidades, por tu cumple y tu blog. No había pasado por aquí.
    Ya tienes nueva lectora.
    Ciao.

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  2. ¡Muchas felicidades Micro! ¡Un fuerte abrazo desde tu pueblo! ;-)

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  3. Qué ganas de haberlo conocido en persona, señor de cabello esponjoso. Me ganó desde "No he perdido la esperanza en el mundo porque siempre habrá fotos de perritos salvando humanos o humanos salvando perritos".
    Siempre habrá tiempo.
    Salud por sus años vividos.

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